El niño recién nacido es casi la copia exacta de una computadora vacía, pero muy superior en casi todos los aspectos:
Una computadora vacía es capaz de recibir una gran cantidad de información fácilmente y sin esfuerzo... un niño pequeño también;
Una computadora es capaz de clasificar y archivar esa información... un niño pequeño también;
Una computadora es capaz de almacenar esa información por un ratito o para siempre... un niño pequeño también;
Una computadora no te puede dar las respuestas correctas si no le haz dado la información necesaria... un niño pequeño tampoco;
Cuando hayas introducido suficiente información en la computadora, recibirás de ella respuestas correctas e incluso razonamientos... de la misma forma que puedes recibirlas de un niño;
La máquina aceptará toda la información que introduzcas, tanto si es correcta como si no lo es... un niño pequeño también;
La máquina no rechazará ninguna información que introduzcas de forma correcta... un niño pequeño tampoco;
Si has dado información incorrecta a la máquina, las respuestas futuras basadas en este material serán incorrectas... igual que pasará con un niño.
Hasta aquí, la computadora y el niño se parecen mucho, pero...
Si introduces información incorrecta en una computadora, esta puede ser vaciada y reprogramada...
...pero esto no es verdad en un niño.
La información básica que hay en la memoria permanente de un niño tiene dos limitaciones:
Si pones información equivocada en su cerebro durante los primeros ocho años de vida, es extremadamente difícil borrarla;
Si tiene más de ocho años, absorberá el nuevo material más lento y cada vez con mayor dificultad.
Lo que entre en el cerebro durante los primeros ocho años de vida probablemente se quedará ahí para siempre. Por lo tanto...
Debemos hacer lo posible y hasta lo imposible para asegurar que
lo que el niño reciba antes de los ocho años sea bueno y correcto.